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Construir una memoria poética que entronca con lo colectivo: ese es el reto de Basilio Sánchez en La creación del sentido
(Valencia, Pre-textos, 2015), que parte precisamente de los recuerdos
más personales del propio autor que pone en pie el mapa de una ciudad
que muchos identifican como la suya. Uno siente al leer La creación del sentido esa
profunda convicción de encontrarse ante una obra que oscila
constantemente entre la melancolía teñida de cierta inocencia ante los
primeros coqueteos con la poesía y el ritmo relajado de una prosa que
viste a las palabras –y no a la inversa–.
Basilio Sánchez (Cáceres, 1958) cuenta con una amplia experiencia como
autor poético desde su primer poemario, aquel con el que consiguiera ser
accésit del premio Adonáis, Al otro lado del alba (Madrid,
Rialp, 1984). Por el camino, ha ido editando su impecable voz poética en
Calambur, en Visor, en la Editora Regional de Extremadura, en la propia
Pre-textos. Así hasta llegar al último volumen de poemas publicado
hasta la fecha, el límpido testimonio de Cristalizaciones (Madrid,
Hiperión, 2013). Se interna ahora Basilio Sánchez, sin embargo, en la
prosa. Lo hace con esa exactitud en la elección de la palabra a la que
ya nos tiene acostumbrados en su poesía. Algo de ello adelantaba en
aquel último libro, entre sus Cristalizaciones, donde pudimos
comprobar cómo esa comunión entre la vida y la literatura conforma uno
de los temas nucleares para el poeta cacereño: «No nos basta solo con su
presencia:/ las cosas necesitan ser salvadas,/ verse restituidas en su
pérdida antes de que suceda». «El poema», recuerda la voz de aquel
libro, «nos da las coordenadas de un espacio/ que inevitablemente
tendremos que habitar/ solos o en compañía, para siempre».
Ese espacio común entre la literatura y la vida es el que explora Basilio Sánchez en La creación del sentido,
donde el autor parece tirar nuevamente de un hilo tan frágil –el de la
búsqueda de esa voz lírica que aquí nos narra desde los primeros años de
la infancia– siempre a través de una emoción contenida pero indeleble.
Esa es la gran conquista de este gran libro: la aparente sencillez con
la que el escritor extremeño nos dibuja el recorrido por la creación de
una voz poética propia que se narra desde la serenidad de los años
pasados. Una difícil empresa que Sánchez cumple con puntualidad.