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Dediquemos ahora unas líneas al fervor de otro joven poeta. Es Miguel
Floriano Traseira (Oviedo, 1992) miembro de la autodenominada «curia
secreta del Patarrealismo salvaje», si bien de secreta ya le va quedando
poco. De manera constante y consciente, este grupo de jóvenes
escritores asturianos –todos poetas y algo más– va asomando sus patitas
salvajes por los umbrales del canon por venir. Sin embargo, las primeras
huellas que esta sociedad poética nos va dejando sobre el parqué de
nuestro parnaso, pese al desafiante epónimo con el que firman sus
manifiestos colectivos, lejos de ensuciarlo con fango y ruido de ocasión
–y no digamos más– hacen de la exigencia formal una de sus señas de
identidad. Su desafío salvaje, aunque sé que se reservan otros registros
en el cajón, va por estos últimos y domesticados derroteros. Y
entiéndase esto último –lo de domesticado– como elogio, y no como
desdoro. Porque el desafío de este grupo emergente –hacía tiempo que
nuestra historia literaria no se encontraba ante una voluntad colectiva
tan coherentemente premeditada– radica en su descarado fervor por tensar
los límites y posibilidades del ejercicio poético más exigente.
Junto a Floriano, encontramos como patarrealistas destacados los nombres de Diego Álvarez Miguel (Oviedo, 1990), que con su Hidratante Olivia mereció el XXX Premio Hiperión en 2015; Xaime Martínez (Oviedo, 1993), quien también ha publicado en Hiperión su Fuego cruzado, a la sazón premio Antonio Carvajal en 2014; o el de Rodrigo Olay (Noreña, 1989), autor entre otros del poemario La víspera,
publicado en 2014 en La Isla de Siltolá. Porque el caso es que,
patarrealistas o no, Asturias prodiga últimamente jóvenes poetas a
tener, como poco, en cuenta. Desde Pablo Núñez (Langreo, 1980), Sofía
Castañón (Gijón, 1983), Carlos Iglesias Díez (Oviedo, 1983), Laura
Casielles (Pola de Siero, 1986) o Alba González Sanz (Oviedo, 1986) a
las más jóvenes Ruth Llana (Asturias, 1990), Sara Torres (Gijón, 1991) y
Raquel Fernández Menéndez (Salas, 1993), entre otras voces. Todas ellas
catalizadas por la excelente revista Anáfora, que suma ya cinco números
desde mayo de 2014.
Es pues en este contexto digamos extraliterario en el que se inserta,
como punto de partida, la iniciada trayectoria poética del autor de Quizás el fervor. Ha publicado también Floriano los poemarios Diablos y virtudes (Málaga, Seleer, 2013), Tratado de identidad (Barcelona, Ediciones Oblicuas, 2015) y la plaquette Solícito adiós (poemas acuciados)
(Gijón, Heracles y nosotros, 2015). No escamotea tampoco un torrente de
poemas por editar, junto a reseñas y comentarios diversos, en su Lujuria crítica, blog personal de elocuente título.