¿Qué es la eternidad, el tiempo y su curso, salvo el continuo barajar de las generaciones? La pregunta no es nuestra, sino de aquel abuelo por fin lúcido que protagoniza una de las novelas dialogadas más atinadas de Benito Pérez Galdós. Heterónima cumple cinco años, un lustro y media década, todo a un tiempo. Es esta, traspasada otra primavera, la quinta entrega de una revista que se dice de creación y crítica, que se dice otra –y aun otra de sí misma–, que se arraiga a su alma máter –la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres– y que abre bien todas sus ventanas a los cuatro vientos del mundo. La quinta, esta quinta y última entrega, quiere seguir siendo, además de todo lo antedicho, la revista de su quinta: la quinta de la Facultad de Letras.
La quinta, ya sabemos, ha sido siempre medida de cálculo generacional. Más aún: de año de nacimiento. Uno es quinto de sus más estrictos y próximos coetáneos. Desde su nacimiento, por el contrario, Heterónima, como revista de expresión literaria y artística, ha querido ser lugar de encuentro para muy distintas quintas –que en el ámbito académico se expande a la idea de “promoción”–: todas aquellas emanadas de esta bendita casa. Una quinta, digámoslo así, intergeneracional. Un constructo elástico y difuso que reivindica una idea: el origen común como lugar de (re)encuentro.
Haciendo recuento, llamando a filas, por las trincheras de la otredad hemos visto apostarse ilustres alumnos –algunos luego profesores– de esta casa. Algunos de ellos son hoy nombres bien conocidos en nuestra literatura naciona. Sumemos los nombres de quienes, algo más jóvenes, empiezan a forjarse un lugar propio entre estas letras nacidas al oeste; y más jóvenes, con mucho por delante y publicando aún como alumnos, propiamente hablando, pasaron por Heterónima otros tantos. Y que siga el desfile, pues en esta quinta la quinta se engrosa con Dionisio López Fernández, José Antonio Llera, Ramón Pérez Parejo y Rui Díaz. Y como siempre, reservamos su espacio a la savia nueva con Cristina Vazquiánez.
Mantiene también esta quinta, la entrega, esa vocación de abrirse al mundo, de aprender de aquellas firmas cuya veteranía ilumina a quienes venimos detrás y también de asombrarnos con la frescura y sutileza de las últimas incorporaciones. Sirvan de ejemplo apenas dos nombres. En esta entrega contamos, sí, con la suerte de poder aprender nuevamente de un grande de nuestras letras como Luis Landero, el entrevistado de esta edición. En esta entrega, igualmente, tenemos el placer de publicar un poema inédito de una de las revelaciones poéticas del último año, la joven poeta andaluza Rosa Berbel; toda vez que la veteranía lírica queda representada por un poeta de la trayectoria y la solvencia de José Antonio Zambrano. Se completa el número con la luminosa mirada de José Antonio Lucia, y se nos añade la sugerente poética de Adrián A. Astorgano –ilustrador, a la sazón, de la portada de este número–; así como el acercamiento crítico de Silvia Clotad. No nos olvidamos, claro, de la ya acostumbrada –por suerte– presencia de Aitor Francos junto a quienes barajamos este continuo desfilar de las alteraciones.
La quinta, ya sabemos, ha sido siempre medida de cálculo generacional. Más aún: de año de nacimiento. Uno es quinto de sus más estrictos y próximos coetáneos. Desde su nacimiento, por el contrario, Heterónima, como revista de expresión literaria y artística, ha querido ser lugar de encuentro para muy distintas quintas –que en el ámbito académico se expande a la idea de “promoción”–: todas aquellas emanadas de esta bendita casa. Una quinta, digámoslo así, intergeneracional. Un constructo elástico y difuso que reivindica una idea: el origen común como lugar de (re)encuentro.
Haciendo recuento, llamando a filas, por las trincheras de la otredad hemos visto apostarse ilustres alumnos –algunos luego profesores– de esta casa. Algunos de ellos son hoy nombres bien conocidos en nuestra literatura naciona. Sumemos los nombres de quienes, algo más jóvenes, empiezan a forjarse un lugar propio entre estas letras nacidas al oeste; y más jóvenes, con mucho por delante y publicando aún como alumnos, propiamente hablando, pasaron por Heterónima otros tantos. Y que siga el desfile, pues en esta quinta la quinta se engrosa con Dionisio López Fernández, José Antonio Llera, Ramón Pérez Parejo y Rui Díaz. Y como siempre, reservamos su espacio a la savia nueva con Cristina Vazquiánez.
Mantiene también esta quinta, la entrega, esa vocación de abrirse al mundo, de aprender de aquellas firmas cuya veteranía ilumina a quienes venimos detrás y también de asombrarnos con la frescura y sutileza de las últimas incorporaciones. Sirvan de ejemplo apenas dos nombres. En esta entrega contamos, sí, con la suerte de poder aprender nuevamente de un grande de nuestras letras como Luis Landero, el entrevistado de esta edición. En esta entrega, igualmente, tenemos el placer de publicar un poema inédito de una de las revelaciones poéticas del último año, la joven poeta andaluza Rosa Berbel; toda vez que la veteranía lírica queda representada por un poeta de la trayectoria y la solvencia de José Antonio Zambrano. Se completa el número con la luminosa mirada de José Antonio Lucia, y se nos añade la sugerente poética de Adrián A. Astorgano –ilustrador, a la sazón, de la portada de este número–; así como el acercamiento crítico de Silvia Clotad. No nos olvidamos, claro, de la ya acostumbrada –por suerte– presencia de Aitor Francos junto a quienes barajamos este continuo desfilar de las alteraciones.
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