15 de mayo de 2016

La mudanza

Por Jaime Romero Leo

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Sonaba Stella by starlight de Stan Gezt. Era Anna Karina viviendo su vida en alguna película de los años sesenta franceses, dando vueltas al borde del vaso con su distraído índice durante... ¿cuánto? ¿Quince, veinte minutos? Su silueta era tal cual la recordaba. 
Había olvidado cuánto hacía desde que se citaban en aquel restaurante. Cuando llegó, ella ya lo estaba esperando en su mesa. Todo sería ideal si no fuese por la peculiaridad de aquel biombo que los separaba y ocultaba al uno del otro. Ese que, su  acompañante, desde la primera cita, se empeñaba en instalar noche tras noche. 
La conversación fluía a través de la muralla de papel de arroz que los dividía. La misma voz, la misma risa. Todo era idéntico a pesar de que solo quedase la silueta. Esa pequeña nariz en algún furtivo recorte del perfil que la luz permitía traslucir a veces. Era ella. De alguna manera, seguía siéndolo.
Pasaban la velada recordando los buenos tiempos, aquellos en los que eran ignorantes y, como tal, jóvenes -y no viceversa, nunca viceversa. ¿Por qué había comenzado todo? Hizo memoria mientras ella seguía embelesada, mirando al vaso pero sin ver nada, transportada, seguramente, al parque en el que transcurrió aquella anécdota que hace apenas unos minutos recordaban entre silencios.
Durante la mudanza, entre los libros, había resbalado y caído la fotografía de un grupo de adolescentes sonrientes y algo desaliñados tras un día de turismo por alguna ciudad de Europa. Cualquiera, daba lo mismo. La imagen se precipitó al suelo con la suavidad de una hoja, trayendo consigo la impasibilidad del otoño.