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Por alguna razón que ignoro, cada vez que se evoca a Juan Ramón Jiménez
(1881-1958), pienso en el parquecillo que en su memoria y paso por
tierras de La Florida le consagró el Ayuntamiento de Coral Gables
(barrio residencial que forma parte hoy de la megalópolis de Miami), uno
de los sitios menos poéticos del mundo, rodeado de altas torres con
ventanales de vidrio, en la zona más urbana de dicho barrio, exactamente
en el cuchillo que forman las intersecciones de Alhambra Circle,
Galiano Street y Merrick Way. La desoladora imagen no encaja con el
recuerdo de los mejores versos de Romance de Coral Gables, el
poemario escrito por Juan Ramón entre 1939 y 1942, un periodo que
coincide con el ingreso del poeta, aquejado por una depresión nerviosa,
en el Hospital de la Universidad de Miami.
El poeta de Moguer llega a Cuba después de salir de la península en
1936. Pocos poetas españoles – a excepción de Lorca y María Zambrano, y
sin dudas con una intensidad diferente – se relacionarán tan íntimamente
en esa primera mitad del siglo XX con la literatura cubana. Apenas
desembarcado en la Isla, en noviembre de ese mismo año, después de una
breve estancia en Nueva York y Puerto Rico, Juan Ramón se pone en
contacto con Fernando Ortiz, destacado etnólogo y entonces presidente de
la Institución Hispanocubana de Cultura, e, inmediatamente, junto a
este último, Camila Henríquez Ureña y José María Chacón y Calvo, se da a
la tarea de reunir las voces poéticas contemporáneas de la Isla en una
antología que se publicará ocho meses más tarde, en agosto de 1937.
Escasamente mencionada, y para muchos completamente desconocida, la antología llevó por título La poesía cubana en
1936, publicada por la Institución Hispanocubana de Cultura, impresa en
La Habana, y su edición fue precedida por unas breves palabras de
Fernando Ortiz y un prólogo de Juan Ramón Jiménez (firmado en marzo de
1937). Al final de la selección, a modo de apéndices, se incluyó una
Nota explicativa y la lectura de la presentación de la obra que Juan
Ramón Jiménez realizó, en febrero de 1937, en un acto público organizado
por la Institución a fin de revelar el nombre de los autores que se
publicarían en la obra, así como un comentario final de Chacón y Calvo.