1 de mayo de 2015

“Más interesante que ser los primeros o los segundos es hacer las cosas bien. Eso es lo que al final cuenta”. Entrevista a Antonio Sáez Delgado

Por Antonio Rivero Machina

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Nos citamos en un céntrico café de Badajoz con Antonio Sáez Salgado, ese cacereño que habita desde hace años la frontera con el Alentejo como espacio exacto en el que ubicarse. Galardonado hace menos de un año con el Premio Eduardo Lourenço, reservado a quienes más hacen por el entendimiento a uno y otro lado de La Raya y sus culturas, en el trato personal es siempre sencillo y de gestos francos. Profesor de literatura española, comparada y de traducción en la Universidad de Évora, Sáez Delgado acumula una importante bibliografía académica en torno a las relaciones literarias peninsulares durante el primer tercio del siglo XX en volúmenes como Órficos y ultraístas (ERE, 2000), Corredores de fondo (Llibros del Pexe, 2003) o sus viejos y nuevos Espíritus contemporáneos (Renacimiento, 2008 y 2012). Como traductor ha vertido al castellano nombres tan diversos como Fialho de Almeida, Fernando Pinto do Amaral, António Lobo Antunes, Mário de Carvalho, José Gil, Valter Hugo Mãe, Paulo José Miranda, Teixeira de Pascoaes, José Luis Peixoto, Eduardo Pitta o Fernando Pessoa. Una labor que no se contenta con ello. Antonio Sáez Delgado es también autor de sus palabras en libros que, más allá de géneros, exploran su propio timbre. Así en los poemarios Miradores (Del Oeste Ediciones, 1997) y Ruinas (ERE, 2001), en el dietario En otra patria (Llibros del pexe, 2005) o en el más reciente Yo menos yo (De la luna libros, 2012).
Llegamos puntuales a la cita, a despecho de tópicos nacionales y demás imagologías sobre el español y el portugués, o peor aún, sobre el extremeño y el alentejano, que un poco de todo y de nada nos sentimos ambos. Elegimos un café tranquilo, sin mucha concurrencia, para mejor desempeño de mi grabadora. Media la mañana y un precoz sol de primavera invita a un paradójico optimismo. Antonio se pide un zumo de naranja natural –haremos caso a don Quijote en eso de detallar las viandas de los personajes– y yo un descafeinado de máquina. Charlamos un rato del presente social, económico y académico de esta Europa nuestra hasta que la conversación desemboca, como no podía ser de otra manera, en Fernando Pessoa y su ya centenario desasosiego.